Los místicos rituales heredados de la ancestral cultura maya mantienen viva la presencia del impresionante imperio en el espíritu de cada uno de sus habitantes. Gente humilde, honesta, hospitalaria y trabajadora que son el orgullo de nuestra raza. El nombre Guatemala, procede de la palabra Quauhtlemallan cuyo vocablo proviene de la lengua Nauhualt, que significa "lugar de muchos árboles". Su selva petenera cuna de la civilización maya abriga en su fauna y flora primorosa un manantial de maderas preciosas y aves exóticas que le dan una belleza exuberante.
San Pedro Cuesta Arriba, en este místico lugar pasé mis años de infancia y algunos de mí adolescencia. Pequeño y pintoresco pueblecito situado en el departamento de Guatemala, región genuinamente indígena emplazada a una altitud de 2100 metros sobre el nivel del mar a escasos 22 kilómetros de la ciudad capital. La experiencia de vivir en este místico lugar dejó en mí una visión folclórica y colorida de Guatemala. Tuve la ocasión y el privilegio de convivir entre sus pobladores, estar cerca de ellos y compartir su riqueza tanto cultural como espiritual.
La conducta intrínseca y mística de esta raza despertó en mí la curiosidad por lo inexplorado y la búsqueda conceptual del existencialismo a temprana edad. Sin embargo a mis escasos diez años todo aquello me traía confundido y no podía comprender exactamente la significancia de las creencias de los nativos: ¿para qué realmente los muertos necesitaban utensilios y vestimenta "para el viaje al más allá"?
¿Acaso sus allegados ya muertos ralamente les esperaban "al otro lado"?
Mi inocencia y la poca información que tenía al respecto terminó enredándome más. Fue tan así que a pesar del paso del tiempo conservo en mi memoria aquellos rituales inundados por la fragancia del incienso que ancianos murmurando conjuros en un lenguaje que jamás comprendí esparcían fervorosamente en sus eventos ceremoniales. Temiendo que todo aquello fuera parte de la realidad del futuro siempre orienté mí existencia por la senda del bien y el respeto.
Desde que tengo uso de razón la violencia se ha convertido en la sociedad guatemalteca en un lamentable lastre inevitable. En la actualidad, las madres viven con intranquilidad el día a día pensando si volverán después de sus labores cotidianas a casa sus seres queridos. Posiblemente no haya un solo guatemalteco que desconozca la cifra espeluznante de muertes debido a los actos de violencia y, mucho menos, la de niños muertos por hambre. Según datos de la Procuraduría de Derechos Humanos de la nación. En el año 2010 murieron 6575 niños por hambre. Esta cifra se traduce en 18 muertos por día.
Lamentablemente hasta nuestros días nada ha cambiado.
Estas son memorias de épocas que marcaron mí existencia. Algunas dejaron buenos recuerdos. Otras quisiera olvidarlas. Pero por tristes que nuestros recuerdos sean: Todos Tenemos Una Historia Que Contar…
Crecimos en un seno familiar plenamente religioso y pocos creo incumplíamos las normas por esos días. Los pensamientos puros e inocentes de los más chicos y el mensaje erróneo de los mayores tergiversaban o distorsionaban la realidad de lo que debería representar la religión. A extremos de llegar a temerle a Dios y verle como un dictador que asechaba sobre nuestras vidas a espera del mínimo desliz para descargar su ira sobre nosotros y castigarnos con su mano invisible.